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Misión imposible 7: por qué es un salto al vacío sin sentido

La nueva entrega de la saga de Tom Cruise es una película de acción superficial y con un guion trillado.

Misión imposible 7: por qué es un salto al vacío sin sentido

Así como no hay que pedirle peras al olmo, tampoco hay que pedirle a Tom Cruise que entregue una película de acción profunda (aunque a esta altura de su carrera, deberíamos).

Lo que hace en Misión: Imposible-Sentencia mortal: Parte 1 es más bien una acción superficial, bien hecha, claro, pero sin nada más para ofrecer que el entretenimiento literal que presenta la pantalla, con una puesta en escena constituida por planos hiperkinéticos que no duran ni un segundo y con un guion plagado de giros de fórmula, lugares comunes y atajos remanidos.

Pero no toda la culpa es de Cruise (aunque es productor), sino también del sobrevalorado Christopher McQuarrie, director y guionista celebrado por entusiastas de turno. McQuarrie incurre en las vueltas de tuerca que ya conocemos, en la aparición tramposa de personajes que supuestamente acaban de morir y en los trucos de un guion que no se corre un milímetro de lo trillado.

LA TRAMA

La séptima entrega de la saga protagonizada por Ethan Hunt (Cruise), el agente secreto rebelde del FMI (Fuerza Misión Imposible), se reduce a su tráiler, que muestra la tan promocionada escena en la que el actor salta al vacío en moto, realizado por él mismo, sin doble de riesgo (la pirueta suicida parece más la diversión de un millonario desquiciado que el mérito de un actor comprometido con su trabajo).

Si en el siglo pasado funcionaban escenas así (porque el cine todavía no tenía las posibilidades tecnológicas para generar efectos que no pongan en riesgo la vida de los actores), no quiere decir que en la actualidad haya que hacerlo, por el simple hecho de que no tiene sentido ni es un plus para la película.

El verosímil no tiene que ver con hacer las cosas en serio. Por más que un efecto esté hecho con CGI, puede ser creíble si es funcional a la trama. Y esta escena es lo único que tiene para ofrecer, su plato fuerte, y cuando por fin llega, el público ya no ve las horas de que termine la función. Es la única escena arriesgada de una película que no toma riesgos.

El villano es casi una abstracción, “La Entidad” (The Entity), una inteligencia artificial codiciada por los gobiernos para dominar el mundo (lugar común del género de espionaje).

También tiene villanos humanos que buscan la llave de acceso a “La Entidad”, como Gabriel (Esai Morales), Paris (Pom Klementieff) y “La viuda blanca” (Vanessa Kirby), villana que regresa de la entrega anterior. La búsqueda de esta llave es el Macguffin que hace posible el desarrollo de la acción y de los personajes. Además de Ilsa Faust (Rebecca Ferguson), vieja compañera de Hunt, se agrega Grace (Hayley Atwell), quien cumple el papel de nueva acompañante en las persecuciones por las calles de Ámsterdam, Venecia y Roma, entre otras.

Hunt representa al capitalismo del siglo pasado (y al Hollywood de guionistas y actores en paro) y “La Entidad” representa al actual estado de cosas (y a la tecnología que amenaza a la humanidad), en un mundo en el que nadie puede confiar en nadie porque todos son sospechosos, como fantasmas.

Se agradece que tenga humor, con un par de escenas de acción que son un tímido logro dentro de una película larga, cansadora, repetitiva, subrayada, confusa, por momentos contradictoria.

Tom Cruise es una estrella indiscutible del cine de acción, que reconoce una tradición y homenajea al género con secuencias espectaculares. Pero con eso no alcanza. De lo que se trata es de hacer algo que sea más que un simple salto al vacío.


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